Por Carlos Castillo Peralta.

La tuna es una fruta que se encuentra ampliamente distribuida en nuestro territorio, especialmente en los valles interandinos donde ha encontrado condiciones adecuadas para su establecimiento, constituyéndose en uno de los elementos más característico de la flora nativa de la región.

Un "tesoro bajo las espinas" así fue como un periodista siciliano resumió las bondades de la tuna cuando hacía un reportaje sobre esta planta en la ciudad de Palermo (Italia) en 1994, y no se equivocó al denominarla de ese modo. Veamos porque.

La tuna presenta un contenido de proteínas y grasa, fibra y ceniza similares a los de otras frutas. Sin embargo, posee cantidades apreciables de calcio, magnesio y fósforo, siendo uno de las frutas que contribuye con mayor contenido de calcio a la dieta. No obstante habría que realizar más estudios para determinar su biodisponibilidad. Del mismo modo, el bajo contenido de sodio y alto contenido de potasio presentes en la tuna es una ventaja para ser consumido por personas con problemas de hipertensión.

El total de aminoácidos libres presentes en la tuna es mayor que el promedio de otras frutas, de hecho un valor cercano se encuentra sólo en los cítricos y la uva. Una característica de la tuna es el alto contenido relativo de prolina, glutamina, serina, histidina, arginina, metionina y la presencia de taurina. Este último aminoácido, cuya presencia no es común en la mayoría de plantas, es importante por sus propiedades antioxidantes, ya que participa en la protección frente al daño celular provocado por las especies reactivas de oxígeno. Estudios recientes en ratones sugieren que la suplementación con taurina modula la homeostasis de la glucosa vía estimulación de la secreción de las células beta del páncreas y aumenta la sensibilidad periférica a la insulina.

La mayoría de los azúcares presentes en la tuna son del tipo reductor, siendo predominantes la glucosa y la fructosa, lo que sugiere su uso como edulcorante natural. En ese sentido, la tuna se constituye en una buena fuente de energía.

El contenido de fibra presente la tuna es variable. La pulpa es rica en pectina, la cáscara contiene importantes cantidades de celulosa y hemicelulosa, mientras que las semillas presentan valores elevados de celulosa. Asimismo, la cáscara y los cladodios (pencas) son ricos en gomas y mucílagos, siendo factible su utilización como sustancia gastroprotectora al estimular la producción de moco gástrico. El consumo de fibra dietaria promueve efectos beneficiosos para la salud como el laxante, reduce los niveles de colesterol en sangre y atenúa los niveles de glucosa en sangre.

Por último diversos estudios demuestran que la tuna es rica en compuestos antioxidantes: fenólicos, carotenoides, betalaínas y ácido ascórbico. Los compuestos fenólicos han sido relacionados con un posible papel protector frente a las enfermedades cardiovasculares, algunos tipos de cáncer, disfunción cerebral e inmune, etc. El consumo de carotenoides disminuiría el riesgo de parecer enfermedades cardiovasculares, cáncer, degradación macular relacionada con el envejecimiento y formación de cataratas. Las betalaínas se distinguen también por su actividad antioxidante por lo que su consumo para evitar el envejecimiento en los tejidos podría competir con el que se busca con otros vegetales como la naranja o las uvas. El ácido ascórbico o vitamina C es un antioxidante presente en animales y plantas, que no puede ser sintetizado por los seres humanos y debe ser obtenido de la dieta.

En conclusión, los diversos estudios demuestran que la tuna es una fruta con propiedades nutricionales y funcionales importantes, siendo idónea para ser consumida fresca o procesada, formando parte de una dieta saludable. Del mismo modo los subproductos de la tuna presentan propiedades nutricionales similares resultando adecuados para la elaboración de nuevos alimentos, aditivos alimentarios y productos nutracéuticos.